Jorge Luis Borges un hombre que jamás tomó el pelo a un periodista, solo era sincero consigo mismo. Amó a la poesía más que a las novelas. Un hombre ético pero no religioso, que si hubiera vuelto a nacer de nuevo hubiese cometido más errores y no intentaría ser perfecto, sino se relajaría más. 

Con anteojos y corbata de estilo Eton vestía a los seis años para ir a estudiar. Soportaba así las burlas de sus compañeros por su forma de vestir, pero tenía claro que quería ser escritor.

Con apenas seis años de edad le dijo a su padre que su vocación sería ser escritor y apenas un año después escribió en inglés un resumen de la mitología griega. A los ocho años escribió “La visera fatal” y a los nueve tradujo del inglés "El príncipe feliz", de Oscar Wilde, que fue publicado en el diario El País.

Borges se describía infeliz y desdichado pero nunca nadie entendió el porqué. Tal vez porque él mismo no podía creer lo increíble que escribía. ¿Yo escribí eso?, caramba no está mal, habré copiado de alguien, no creo que a mí se me ocurra nada, pero está bien eso. Hasta con sus palabras encantaba, pues cada una de ellas era como su poesía.

Borges el mismo tenía una conciencia cívica limpia y lo demostró cuando renunció a ser director de la Biblioteca Nacional; un cargo no bien rentado pero muy visible, el motivo porque no quería servir decorosamente a Perón, años más tarde agradecería a su odiado Perón por sacarlo de ahí, “Un rufián muerto sigue siendo un rufián”.

Tenía la conciencia clara; nadie podía tomarlo por comunista, fascista o nacionalista y por sus diferentes posturas políticas nunca obtuvo un nobel. No es un intruso en la poesía porque su poesía es más inmediata y más íntima que su prosa. Y su prosa es un objeto que ha fabricado porque sinceramente la poesía sale directamente de él.

Borges nunca decayó desde su primer libro pues superó su ceguera escribiendo o dictando libros de poemas, cuentos y ensayos, y hoy es admirado por todo el mundo.

Como todo hombre tiene que enfrentarse en su vida al sufrimiento y ese día llegó cuando su madre a los noventa y nueve años falleció. Aturdido por la soledad en la que le deja la ausencia de su mejor amiga, el escritor se lanza a una serie inagotable de viajes por el mundo.

Desde que tuvo memoria Borges estuvo enamorado de una mujer. A cada una la amó, y lo amaron. Pero ninguna como él quería. Por eso, se casó con su secretaria Kodama cuarenta y cinco días antes de su muerte solo para asegurar su fortuna.