Es un hecho de que las letras no es mi fuerte, prefiero jugar voley antes de redactar una nota, pero ahora redactar es un reto que debo cumplir en mi vida. “Siempre tuve la idea de estudiar ingeniería civil o estudiar enfermería, pero fue una novela coreana TODO SOBRE EVA, que me hizo cambiar de idea y empezar a escribir.”

Yesenia Macavilca nació en Huarochirí en un rinconcito del Perú. Desde niña cogía dos galones de aceite vacío para traer agua desde la acequia, madrugaba a las cuatro de la mañana para regar con su madre, ayudaba en la cosecha de miel a su padre, ordeñaba las vacas y lloraba cada vez que su padre mataba un carnero.

Recuerdo que mis padres estaban encargados de criar ovejas, llamas, cabras y alpacas de la Comunidad Campesina de Llambilla en el cerro CANCHAHUARA y bajo el frío extremo de la altura pasé mi infancia al aire fresco de la altura. 

En el año dos mil mientras René Higuita se lucía con su paso aeróbico el escorpión para tapar los goles, Yesenia convencía a sus amigos de que si sabía jugar fútbol, pero casi siempre solo corría detrás de ellos para ver el final de cada juego. “El espectáculo del trompo era genial, esperaba ansiosa ver al perdedor entregar su trompo para que los ganadores con una roca rompieran sin piedad y en unos segundos se hicieran trizas. El juego de los chapitas chancadas más conocidos como CHUPI TAC también tenía un final fatal, el perdedor se quedaba sin chapitas y tenía que ir a las cantinas del pueblo a buscar chapas si quería regresar al juego. El juego de las canicas era parecido al de las chapitas solo que tenías que conseguir dinero si querías regresar a jugar. Esto era un poco más divertido”. Para mi los niños sabían jugar de verdad.

¡Recuerdos simplemente recuerdos! En el cerro CANCHAHUARA, a cinco horas de Huarochirí tenía todo un banquete; en el desayuno tenía leche de cabra, cancha y machica; en el almuerzo una rica sopa de trigo, pero si el puma mataba a un carnero, cabra, alpaca o llama de la comunidad podíamos comer un rico segundo pero sin arroz. Aunque eso no duró demasiado porque su padre se encargó de matar al puma. Las noches eran eran mías, pues era la encargada de preparar la cena y asegurarse de trancar los portillos de cada corral. Las ricas papas sancochadas con charqui, el rico capón gallo o la sabrosa mazamorra de calabaza siempre permanecerán en mi recuerdo.

A los 15 años cantaba huaynos, recitaba poemas al día de la madre, bailaba, gritaba, lloraba y nunca salía de mi casa. Dejame decirte que detesto a las bebidas alcohólicas porque solo tienen buena etiqueta mas no sabor, detesto el olor a cigarro porque recuerdo cómo incendiaron mi casa del campo, detesto las palabras groseras porque aún recuerdo los insultos de mis padres. Tan fuerte soy que soportó las indiferencias de la gente en la ciudad.

Fue un octubre que ví ingresar por mi ventana un murciélago mientras cenábamos con mi familia en mi cocina del campo, fue un octubre que mi madre preparó sopa de explosivos en confusión con la sémola, fue un octubre que probe torta, fue un octubre que conocí Lima, fue un octubre de 1993 que yo nací.

Y hoy en Lima a 80 km de mi lugar de nacimiento me dedico a estudiar ciencias de la comunicación en la Universidad Nacional Federico Villarreal. 

La aventura de mi vida aún empieza porque ya sus juguetes; los huesos de animales dejaron de ser juguetes, pues las mandíbulas dejaron de ser aviones, las vértebras cervicales dejaron de ser carros y los omóplatos no volverán a ser palas.